La famosa prueba de antígenos, es en realidad una cromatografía de nivel usuario. Se utilizan por profesionales y también por gente no preparada, ya que son rápidos de utilizar y permiten conocer el resultado en muy poco tiempo, entre 5 y 30 minutos según el test.
Se trata de una tira de papel con 4 partes:
– Lugar donde se ponen las gotas de la muestra
– En esta parte hay partículas de oro, plata, látex unidas a anticuerpos conjugados.
– Primera línea (T). Aquí hay anticuerpos específicos para el COVID-19. Si la muestra tiene el antígeno se produce una reacción química que produce la línea coloreada.
– Segunda línea (c). En este lugar hay anticuerpos específicos para los anticuerpos conjugados, dando lugar a la línea de test válido.
Todo esto en realidad es un conjunto de reacciones químicas, las cuales son muy sensibles a las condiciones en las que se realizan.
Si, por ejemplo, el test lo realizamos a una temperatura de varios grados bajo cero, el resultado no será fiable, puesto que no se han respetado las condiciones de uso.
Si realizamos la prueba a un pH diferente al que fue diseñado, tampoco será fiable el resultado. Aquí radica la importancia del líquido que viene en la prueba. Su función es la de tamponar la muestra, es decir, mantener un rango de pH óptimo.
Hay vídeos que circulan por Internet que ponen en entredicho la fiabilidad de estas pruebas, en los que se ven a usuarios que poniendo agua del grifo (sin usar el líquido tampón) o poniendo zumo de naranja (muy ácido para la capacidad del tampón), obteniendo un resultado positivo. Eso es como decir que los termómetros no sirven para nada porque si los pones en un plato de sopa caliente el resultado es de fiebre.
Si no se respetan las instrucciones de uso no sirve, pero eso no implica que los test no sirvan.
La prueba de antígenos, como lo fue en su momento el test de embarazo, es un adelanto espectacular, con mucha ciencia detrás y por lo que, en lugar de cuestionarlo, deberíamos estar agradecidos.